Manifiesto
Creo en el arte, creador de consciencia y recolector de conocimiento.
Creo en él no solo como práctica estética sino también como estilo de vida.
Creo en que todo ser humano lleva en su interior un nómada, herencia de Caín y Abel, con la necesidad de trasladarse, re-descubriendo nuevos horizontes, aprehendiendo y repartiendo conocimientos.
Basado en esa necesidad originaria me encontré vagando entre los múltiples conceptos de viaje, intentando no divagar a finales del 2003 realicé mi trabajo de grado llamado Territorio en el que apareció una primera sentencia poética que determiné como “la mirada de viajero”, la cuál curiosa y sedienta, se acerca a la mirada de un niño.
“El verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”, Marcel Proust.
El viajero así como el niño miran al mundo con nuevos ojos, y observar con esos ojos hace que el mundo se nos presente y comunique de otro modo, nos ofrece una realidad que siempre funde a la objetividad con mi subjetividad. (la propiedad intrínseca de las percepciones)
Desde entonces hasta el momento la sentencia no ha cambiado, tan solo se ha venido decantando en una búsqueda, personal y creativa, una pulsión quizá hacia lo más simple y natural.
En el año 2010 mi cuerpo sufrió un cambio desde el centro motor, por el cual tengo la suerte de festejar doble nacimiento, y gracias a ese suceso, quizá sea esa la razón, realmente se me dio la oportunidad de mirar con nuevos ojos. Con ojos resilientes, pero evidentemente no era unicamente la vista la implicada, todo el cuerpo necesitaba emprender un nuevo viaje de descubrimiento. Re-descubriendo lo esencial.
Seguí, sigo y seguiré entusiasmado por el viaje, lo encuentro indispensable, pero pretendo no limitarlo al desplazamiento físico, la poderosa mente te hace viajar al moverte en tu interior, te mueves al leer por ejemplo, al dejarte llevar por la música, sobre todo te mueves en una buena conversación, y por ende te mueves al presenciar arte. Sin lugar a dudas ciertas cosas y momentos dejan huella.
Huellas que al ser reinterpretadas llevé al papel, más específicamante al frottage. Siendo una técnica inicialmente arqueológica, capta en detalle y a escala, el estado de un hallazgo, casi un fósil de la huella del paso del tiempo. La toma de una huella (frottage), del lugar y de mis manos. El lugar por donde paso el peso de la mano apoyando al grafito hace aparecer instantáneamente el material presente, en donde están inscritos todos los tiempos del lugar. Se le extrae la memoria al fragmento, la materia posada sobre el papel es la memoria hecha gesto. Uso al grafito como material revelador, con su alotropía es un endurecido carbono, el cual ofrece un orden vegetal y mineral que en conjunto serán la descomposición de los cuerpos, inmemorialmente sepultados, aglutinados en turba y carbón.
Luego en un proceso de selección y con el ejercicio de la memoria se llega a la conformación de Anamnesis de papel. Libros de artista con el propósito de procesar en resultados, como aporte a una elaboración cognitiva. Ideas que acarrean los conceptos de nomadismo, parte importante del desarrollo y estudio de la estética cultural desde tiempos presocráticos en donde la actividad de un nómada como vocero era imprescindible (Maffesoli, 2004). También desde procesos dialécticos, como lo plantea W. Benjamin, pensando a las imágenes, imágenes de cultura popular y lúdica; frottage, en el devenir de lo sensible, las imágenes son dialéctica en suspenso, imágenes además que son indicios de una historia en el detalle, huellas de reconstrucción de una historia por medio de elementos cotidianos dentro del paradigma indiciario-adivinatorio (Ginzburg, 1994), volviendo a una esencia humana de cazador, agudo observador.
Y cada paso en este viaje a la esencia humana, me sigue requiriendo una vuelta más, una vuelta de tuerca. Llegando a necesitar observar más allá de lo meramente humano y volver a las raíces de todos, a lo vegetal.
“Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor”, Albert Einstein.
La presente sentencia poética es mi respuesta al estímulo de la contemplación a la naturaleza de las plantas como seres ejemplares. Esta influencia, mi FITOTROPISMO, tiene como consecuencia un crecimiento diferencial en mi pensamiento y la concepción de la realidad.
Siembro así mi sensibilidad en el mundo vegetal. Al cual le atribuyo un carácter superior a la lógica y la intuición.
Indago entre la adaptación de sus raíces, la plasticidad de sus rizomas, la reiteración de sus brotes, la utopía de su sexualidad, la resistencia de sus inflorescencias, la atracción de sus flores, la receptividad de sus hojas y su comunicación con el ambiente que las rodea confiando cada vez más en la indudable inteligencia del mundo vegetal. Su naturaleza abandona el concepto de individuo, comunica de otra manera, más natural. Partes de un todo mayor.
La cosecha, bueno, el fruto personal son estás obras que aún trabajo, algo principalmente bidimensional con una mezcla que siempre tiene un ingrediente figurativo que parte de las plantas (mejor si son nativas, que siempre nos sirven de alimento, alimento integral) y otro ingrediente abstracto que mancha e interactúa con la planta, con la pretensión de no ser tan solo una representación del modelo, no solo parecerse a ella, sino abrir una ventana a observarla con nuevos ojos. Los ojos del observador que siempre va a modificar al resultado.
Con la intención de hacer Arte, pensándolo como el intento de expresión de una visión sensible sobre el mundo, que tiene la capacidad de inspirar, provocar y hasta de ser contagioso, concluyo que el FITOTROPISMO hace de la expresión (Wittgenstein, 1921), esa búsqueda de una virtud, que produce un efecto positivo. Lo hace en mí, notoriamente e implica una actitud necesaria, un rescate, una valoración y reivindicación de lo originario, de lo natural.